Breve historia de Zacatecas
El nombre de Zacatecas proviene del náhuatl y significa “lugar donde abunda el zacate”.
Originalmente el territorio del Estado estuvo habitado por diversos grupos étnicos, quienes dejaron importantes testimonios de su presencia y desarrollo cultural, tal como se puede apreciar en zonas arqueológicas como Altavista, Chalchihuites y La Quemada.
En el siglo XVI, con el descubrimiento de los ricos yacimientos minerales, se inicia la fundación de la actual ciudad de Zacatecas. Durante el periodo colonial se fundan nuevos poblados a los que les llamaron: “villas y/o reales de minas”. Con la explotación de las minas y la respectiva colonización se levantaron suntuosos edificios, cuya imagen distinguía la importancia y abolengo de los nuevos “aristócratas de la plata” de estas poblaciones mineras que llegaron a figurar entre las más importantes de la entonces Nueva España.
En el siglo XIX, al neoclasicismo le sucede una marcada influencia de “afrancesamiento”, la cual es desarrollada principalmente en el periodo porfirista. Con el movimiento revolucionario de 1910, Zacatecas fue protagonista y centro de atención de atención nacional, cuando en 1914 la ciudad fue tomada por las tropas de Pancho Villa, en la batalla conocida como “La toma de Zacatecas”.
Esta ciudad colonial fue fundada un 8 de Septiembre de 1546 cuando un reducido grupo de españoles, encabezados por Juan de Tolosa, descubren en las cercanías importantes yacimientos minerales. En sus inicios fue conocida como “minas de Zacatecas” y en 1585 le fueron concedidas por cédula real los títulos de Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, así como su escudo de armas.
En 1993, el Cómite de Patrimonio Mundial de la UNESCO tuvo a bien declarar “Patrimonio Cultural de la Humanidad” su centro histórico, ya que Zacatecas es una de las ciudades históricas mexicanas mejor preservadas del Continente Americano, presumiendo con orgullo su Catedral, que engalana a los demás y no menos importantes edificios que la rodean, los cuales fueron habilitados por celosos religiosos y ricos mineros, los cuales competían por la excelsidad de sus moradas, legando las monumentales obras que aún sobreviven y que son la máxima expresión de la transformación argentífera en obras de arte.